Mayor crecimiento y mejor redistribución de servicios básicos para reducir pobreza
El crecimiento de la economía no es suficiente para reducir los niveles de pobreza, no solo en términos absolutos, si es que una buena parte de ese crecimiento no se destina a mejorar las condiciones de vida de la población, vale decir, sin la dotación de los servicios básicos que la población requiere.
Más aún si tenemos en cuenta que en el primer bimestre de este año el PBI aumentó solo en 1,83% y en los últimos doce meses (marzo 2018-febrero 2019) tuvo una expansión de 3,83%, cifras que reflejan una recuperación muy lenta frente a años anteriores.
Si bien en el 2018, según el INEI, la pobreza en el país se redujo (después de su estancamiento en el 2017) de 21,7% a 20,5% de la población peruana, favoreciendo a 313.000 personas. Esta merma de la pobreza corresponde solo a factores monetarios, es decir, a la capacidad adquisitiva de bienes y servicios que tiene la población de acuerdo al nivel de sus ingresos.
Asimismo, en 21 de las 25 regiones se registró una reducción en el nivel de pobreza. La caída más fuerte se produjo en Lambayeque, con lo que la región bajo a un nivel de pobreza de 12%. También fue importante la reducción de al menos 5,7 puntos de la pobreza en Cajamarca, región que sin embargo se mantiene como la más pobre del país, con un 41,9% de su población en esta condición.
Entre las cuatro regiones que registraron un incremento en el nivel de pobreza figuran Puno, con 4,3 puntos más, siendo la cuarta región cuyo nivel de pobreza afecta a la tercera parte de su población en los últimos seis años.
El INEI ha establecido que la línea de pobreza monetaria como promedio ponderado es ahora de S/ 344 de ingreso mensual por persona, asignando montos diferenciados por región y por ámbito rural y urbano, fijando un nivel diferente para Lima Metropolitana. Quienes subsisten con menos de ese monto y que son el 17,7% de la población son pobres; en tanto quienes perciben un promedio de S/ 183 mensuales y que corresponden al 2,8% de la población están en la pobreza extrema.
El año pasado vivían en el Perú 6’600.000 personas en condiciones de pobreza monetaria (20,5% de la población total, la tasa más baja desde que comenzó a medirse este indicador). Asimismo, el porcentaje de pobres que trabaja, 70,3%, es muy cercano al 71,4% de los que no son pobres y trabajan. Entonces, se desmiente el argumento de que las personas “son pobres porque no trabajan”.
Si se tiene en cuenta que según los datos del propio INEI, el 42,3% de la población del Perú vive en casas de adobe o quincha; el 58,2% tiene piso de tierra; el 10,6% se abastece de agua de ríos, acequias o similares; y que el 32,9% de la población elimina sus excretas en pozos sépticos o ciegos, tenemos que casi el 40% de la población peruana tiene sus necesidades básicas insatisfechas y, por tanto, vive en condiciones de pobreza estructural.
De este modo, la pobreza de la población no solo tiene como causa el bajo nivel de ingresos monetarios, sino además la carencia de los servicios básicos a que el Estado constitucionalmente está obligado a proporcionar a la sociedad, destinando una parte del crecimiento de su economía a la dotación de servicios, de salud, educación, infraestructura, seguridad, justicia, etc., además de propiciar un ambiente amigable para las inversiones que generan más fuentes de trabajo digno.
Uno de los factores relevantes en la perpetuación de la pobreza es la informalidad de la economía y del trabajo, pues los bajos ingresos de los trabajadores están relacionados con el tipo de empleo al que pueden acceder, ya que el 83,7% labora en micro y pequeñas empresas –generalmente informales–, y en ocupaciones que exigen poca especialización.
Otros factores que generan la pobreza es el bajo nivel de instrucción de los trabajadores, ocasionando la precariedad laboral y la baja productividad laboral. El no poder acceder a educación de calidad en los sectores de bajos ingresos afecta el futuro productivo de las nuevas generaciones. Por otro lado, los programas sociales son solo paliativos, más aún si son meramente asistencialistas y no sirven para empoderar a las familias adiestrándolas para una actividad productiva.
En consecuencia, si bien el crecimiento de la economía y, consecuentemente, de los salarios puede contribuir a disminuir la pobreza monetaria, la pobreza estructural subsistirá si la población no es atendida en sus necesidades básicas, aumentando su bienestar y calidad de vida.
¿Qué hacer frente a esta dramática realidad? Las cámaras de comercio regionales, siendo las regiones donde hay mayor incidencia de pobreza, consideran la necesidad de tres medidas: Promover la inversión privada productiva para la generación de más empleos, simplificar la tramitología para la formalización de la economía y del trabajo, y mejorar sustancialmente los servicios de salud y de educación para una adecuada formación del capital humano destinado al trabajo.